«Paredes en blue» (271). Manuel Aguilar

Paredes de todos los colores y formas. 

De algunas, sobresale un balcón o un voladizo. Otras, convergen sin converger, irguiéndose firmes sobre suelos de baldosas que miles de personas desgastan diariamente en su deambular en busca de sustento o sin tiento.

El mundo les parece tan ajeno que no se dan cuenta de su evolución, pintura decolorada, materiales desgastados por la lluvia, el viento y el aliento del tiempo. Se contraen cuando hace frío y se expanden cuando el calor aterroriza, pero con eso sienten que levantan una pantalla contra el desconcierto y que el roce de los dedos del tiempo se aleja una y otra vez.

Ilusiones y realidad, un todo para todo.

Su estado de ánimo, en último término, no les pertenece. Se debate girando en el puño de cualquiera que les dibuje una cara divertida, una sonrisa rebelde, un escorzo desvalido, palabras correctas o hirientes, greguerías modernas o les peguen cosas que, aunque nadie lo sepa, las aturden.

Al final, su inquietud se transforma en paciencia y conexión, desconexión, según cada una, esperando que algo suceda que las devuelva su juventud o las destruya para siempre. 

Y se preguntan, ¿tan diferentes somos a los humanos?

Tal vez, no, pero nosotros contamos con un as en la manga: la opción de no esperar e ir a por nuestro destino.

Y, a veces, sucede. 

---