Emprendedor desterrado (130)

En esta entrada no quería, pero me ha salido la parte de urticaria. Y es que resulta difícil que no te salte, de vez en cuando, un grano de pimienta y explote en todas las narices, para hacer estornudar y llorar a quien tenga menester recibirlo.

A un paso de la implosión por estrés se encuentran los emprendedores. La presión fiscal, junto a la de las grandes superficies y la pérdida de poder adquisitivo de las familias, lo que reduce el gasto, convierte la labor del emprendedor en una auténtica lucha de titán. Sobre todo, cuando el mensaje general que les llega es el de desastre tras desastre, con pocos visos de recuperación a corto plazo y, además, no ve una unidad entre los que nos dirigen ni claridad en las decisiones que se toman y que, además, no se comunican con claridad y sin ambages. Hay que tener una moral tan fuerte como la cabeza de Algarrobo y el mármol del Tempúrico con el que se hizo el Partenón juntos para resistir a pie firme, y con verdadero ánimo de no doblar la rodilla, tanta desesperanza y falta de apoyo.

¿Es esto lo que nos merecemos?

Lo dudo. ¿Que hemos vivido vacas gordas y ahora son flacas? Bueno, lo de las vacas gordas basadas en el crédito a tutiplén es bastante discutible. Esa vaca es más falsa que un gato de escayola. Es un bien con los pies de barro. Y el caso es que todo esto se veía venir y yo leí a Joaquín Almunia en 2007, por ejemplo, cuando como Comisario de Economía de la Unión Europea nos avisaba de los que nos iba a suceder casi punto por punto, como si leyera el futuro, visto posteriormente. Y eso lo leí yo, no me lo ha dicho nadie. Y, como no le he visto anunciar sus servicios como pitoniso, es de suponer que se basaría en datos nada secretos, ya que los aireó con profusión, y en informes y estudios del momento. En este punto, lo que a uno le queda por preguntarse… Si él lo sabía, si yo lo sabía por haberle leído… ¿los que tenían que recibir el aviso (los unos y los otros, que a nadie oí hacer mención y reflexión en voz alta de lo que se les había avisado que se estaba cociendo) no hacían caso o no leían, simplemente? Yo supongo que alguien leía e informaba, pero no soy un ejemplo de conocimiento común porque me baso en intuiciones supranaturales y en cálculos tan poderosos que necesito la tabla de multiplicar y los dedos para saber cuántos me llevo al sumar.

¿Que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades? Será quien tuviera para vivir por encima.

Una lanza por el ciudadano normal, de a pie. Y no lo digo yo, sino nuestra querida «Blade Runniana», replicante Rachel->

• Si el que no tiene se ve envuelto por la dinámica basada en:

*El consejo del profesional bancario, el asesor financiero de toda la vida (al que presionan desde arriba, también es cierto), quien, como el primo díscolo de Pepito Grillo, aprovecha la confianza ganada durante años por otros profesionales previos para decir «compra, compra, que yo sé lo que me digo»

Y el cliente, como todo humano de pro, si se lo ponen fácil, a huevo, vamos, lo coge (y la facilidad viene definida porque el consejo es recibido de alguien en quien confías y que, además, utiliza el principio de autoridad que significa ser «EL profesional») y se hace un llavero con la cuerda de envolver el paquete, si se puede.

• A eso le unimos el que no se es el único que entra en esa dinámica, sino que se trata de un torbellino generalizado, en el que el vecino, que también ha sido asesorado por SU profesional (que es el que sabe, claro) ha comprado a crédito hasta la goma de los calzoncillos.

• Por otro lado, tenemos la presión de una publicidad que, como es su obligación, ataca a la insatisfacción de quedarse uno con lo que tiene. Y no es poca presión en una sociedad como la actual.

• Finalmente, el ser humano es muy complejo, pero para vender estamos más vistos por los que saben que el tebeo.

Consecuencia: se produce una reacción en cadena bastante difícil de parar o de oponerse cuando tenemos a los profesionales del ramo (y no es una acusación para los de la parte baja de la pirámide, que hicieron lo que les dijeron) y a la publicidad comiéndote la oreja de la confianza con el «compra, o un creditito por aquí otro por allá, que yo sé lo que me digo y hago, que soy el profesional y, además, tu amigo (o casi)» y a quien tiene que vigilar y controlar que esto no se produzca mirando a otro lado y silbando el «Susanita tiene un ratón», entre otros hits.

Y, ahora, ve y dile a un trabajador que apechugue igual que lo hizo cuando las cosas iban superbien… ¿Superbien? Si hace unos pocos años, antes del BOOOOMMM, se hablaba del fenómeno mileurista, de que la gente ganaba esa cantidad ¿O no lo recordamos, tampoco? ¿Para quién iban super, super bien?

En fin, está pagando quien (por su escaso poder adquisitivo, incluso en las vacas gordas) no lo disfrutó a lo grande cuando iba bien y, ahora que va mal, carga sobre su espalda «a lo grandísimo», a lo inhumano, con la consecuencia de todos los males.

Y, digo yo, si los males son «macromales», tendrá mucha más influencia el que toma «macrodecisiones» que el que hace pequeñas inversiones o pequeñas consumiciones…

¿Entonces?

Un abrazo desde la esencia