Sueño y máscaras (113)

Sueño… sueño.

Sueño, mucho sueño perdido en noches de inquietud e inseguridades. Durante el día lo afrontamos como podemos. Rostros en los que la preocupación se transforma en una máscara de seriedad con mezcla de humor, ironía y actividad. Es una máscara de batalla, de rol social que cada uno gestionamos como podemos, pero que se clava en la piel muy ligeramente, casi con la elegancia de las soluciones sencillas. Día a día ejerce su oficio de
escultora y moldea marcas indelebles sin que lo advirtamos, surcos que nos informan de gestos faciales reiterados.  Vistos desde fuera, si tuviéramos un poco de información global, podríamos leer en ellos cómo ha afrontado esa persona las situaciones con las que ha tropezado (seamos generosos por un día y digamos que han sido tropiezos cuando leamos en los surcos. Al menos, que el juicio sea benevolente y amable por esta vez)

Gran idea interpretar rostros… La única pega… casi seguro que nos equivocaríamos, porque tendríamos que ser ellos para evitar emitir un juicio sobre lo que interpretamos, el nuestro, y limpios de él, intentar entender por qué se actuó así y cuál es el juicio que ellos emiten, el suyo.
Así, qué difícil es conocer al otro sin preguntar y, además que haya cierta equidad en los juicios que emitimos, porque NADIE deja de juzgarlo todo. La clave o diferencia es la naturaleza del juicio.

Y con éstas, llegamos a casa y, en muchas ocasiones, cambiamos de máscara. No sé si pobre del que no lo haga. Supongo que su pertinencia depende de muchas cosas. El caso es que mutamos en otro animal humano, relacionándose mediante reglas que nos conectan de diferente forma a nuestra pareja, familia, flatmate o amante de turno rotatorio. Y ahí podemos dar salida a parte del vapor generado por la inflamación de los gases emocionales bajo la máscara diurna y de exterior. Si lo hacemos o no es cuestión de otro yantar.

Cómo somos, cómo nos comunicamos, los lazos y su fotografía familiar, el apoyo o rechazo en casa, la comprensión, el silencio o el diálogo desfogante sano, no el machacante para el oyente o escuchante. Y qué buscamos, esperamos, deseamos, encontramos o echamos en falta en los demás al llegar al hogar. Expectativas, expectativas… TODO ESO, TODO influye.
Y nos vamos a la cama con la máscara final, renovada diariamente y fruto de un día de teatro vital. Puede ser una máscara de tranquilidad o de tensión.

Y, ahí, problemas para dormir.

¿Dónde se ha ido el sueño?, ¿de dónde vienen los pensamientos?

1. Al lugar en que la confianza y la autoestima, presionadas, lo empujan.
2. Del lugar en que la confianza y la autoestima, amenazadas, les han dejado escapar.

Sueño, seguimos sintiendo sueño y la vida no tiene la culpa.

¿Hora de cambiar de estrategia?

Bueno, mínimo es valorable preguntarse qué pequeños cambios podrían significar modificaciones mayores. Y es que, a veces, varios leves retoques en lo que hacemos o pensamos, sumados y constantes, producen grandes cambios y nos dan la sensación de control, prima de la confianza y la estima.

Dormir y vivir, eso haremos,recuperado el control de nuestra vida. Y no, no es, como tanto se ha dicho, «ausencia de problemas», sino capacidad para afrontarlos de pie y con orgullo (y ofrecer soluciones, apunto yo, que pueden ser, incluso, el afrontar la falta de éxito con espíritu abierto de aprendizaje y no de autoinculpación. Solución de futuro a partir del presente y olé)

Un abrazo desde la esencia