Macro y micro cosa. Personas. (93)

Me refiero a la macrocosa y a la microcosa, es decir, a la cosa de lo macro y a lo cosa que es lo micro. En un vaso, una sería Rioja y la otra agua, y sin burbujas, que es más ajustadito.

Me explico. Tenemos el marco, las grandes noticias televisivas, por decir, que hablan continuamente de lo macro, de la situación global, lamentable, y su efecto sobre el avanzar sinuoso del conjunto del país. Y, ahí es donde viene lo micro. Esas historias personales (la parte más micro) que ilustran el mensaje que recibimos de desastre global se convierten en historias sacadas de aquí y allá, a las que se utiliza como ejemplos que confirman e ilustran los mensajes de apocalípsis global económica y social.

¿Y qué es LO peor, según mi punto de vista? Que, mientras el mensaje general, «el desastre, la catástrofe» (que yo no digo que sí ni no, o sí digo lo que opino, pero no ahora ni en esta entrada) se mantiene como una constante, estas pequeñas historias personales, que no son ilustraciones ni micro ejemplos, sino EL desastre entran y salen a razón de unos segundos de pantalla y en función de las necesidades. Fluctúan sin seguimiento alguno posterior. No hay interés en los protagonistas y sus historias, ya que «no son protagonistas» sino secundarios. Son como las fotografías que acompañan a las crónicas o noticias de prensa o revistas; en general, lo que apoya a lo principal, que no es, necesariamente, lo que debería ser.

Pero, vamos a ver, que yo me entere… Tomadas de una en una son un drama. Tomadas en conjunto son EL drama, más reales y más cerca del ciudadano medio que el IBEX 35, la Bolsa y determinados ámbitos que rellenan espacios a «full» y para los que estas «historias sociales» ni merecen más que un trato de acompañamiento e ilustración, por mucho que se ponga voz cavernosa para comentarlas. O, en todo caso, y ya pica, para rellenar realities o alimentar la técnica del shock emocional adictivo, tan bien conocida desde hace décadas por los mass media norteamericanos (sus inventores)

¿Qué nos pasa cuando las desgracias de los demás no nos llevan más que a un que no me toque a mí? Pues, que nos toca, no lo dudemos.

¿Vemos lo que le ocurre a los demás como un algo lejano o que podía salir en alguna película de Hollywood, o nos damos cuenta de lo injusto que es el juego de la UTILIZACIÓN, así, con mayúsculas, comercial de las desgracias de los que menos tienen y con más fuerza se llevan el macetazo? No son protagonistas de sus propias desgracias, sino que, para más INRI, se han convertido en secundarios necesarios para que siga el Show (Chou, dirían mis admirados cómicos de los cincuenta)

Para que nos enteremos, yo quiero un mundo mejor que el que estamos dejando a mis niños. Y lo que veo, no me lo parece, ni en lo ético ni en los ejemplos que observan. Y no es de recibo, no.

Y,  sin embargo, somos fantásticos, porque lo he comprobado en tantos años trabajando con gente con dificultades.

A ver si ahora lo demostramos ya.

Un abrazo desde la esencia